La palabra ambición no es una palabra que esté bien vista la verdad, pero si va referida a una mujer, malo, porque la siguiente imagen que te viene a la cabeza es la de una bruja subida en su escoba.
Es evidente que las mujeres encontramos serias dificultades laborales para desempeñar puestos de trabajo; techo de cristal, conciliación de horarios laboral y familiar, permisos de maternidad y paternidad, y sólo por enumerar algunas. Pero al mismo tiempo, también creo que somos las mujeres las que nos anclamos en ideas prefijadas, que están impresas en nuestro cerebro y ya es hora de cambiarlas.
Un factor social muy negativo
La palabra ambición, de forma muy genérica, se relaciona con un deseo de promocionarse a cualquier precio, y de ser capaz de manipular para obtener tu propio beneficio. Pero a lo que realmente se acerca el concepto, es a conseguir un reconocimiento apropiado a tus habilidades. A nadie le disgusta ser admirado por lo que consigue, y esa admiración social es un elemento motivador para muchas personas. Tanto hombres como mujeres somos ambiciosos, queremos un trabajo mejor, ganar más dinero, que nos valoren… el deseo de agradar y triunfar es general en el ser humano, pero en las mujeres y por una cuestión cultural, ¡zas!, lo eliminamos. ¡Se entierra el deseo y ya está, no existe! Nos conformamos pronto.
Las mujeres podemos ganar, sí, pero sólo en la pista de atletismo, tenis o en una partida del Monopoly. Lo que se salga de ahí, ya no te lo puedes permitir porque vas a pensar que los demás te mirarán con desconfianza, con recelo. “No,no, ¡ésta no es de fiar!”
No puedo mostrar mi deseo en publico
A muchas mujeres les gustaría impulsar esa capacidad. Trabajé en sesiones de coaching, con una chica estupenda que tenía un puesto de importancia en una empresa internacional. Siempre salía el tema del resentimiento que causaba en los demás, el expresar abiertamente su objetivo de alcanzar un puesto mejor. Se sentía mal, y había una lucha interna entre “me estoy saliendo del camino y ¿por qué no? si quiero, puedo hacerlo”. Parece como si se debería cumplir con la idea estereotipada de, hombre ambiciosos y mujeres colaboradoras y sensibles.
Y me pasa con muchas mujeres en cuanto entramos en materia laboral. Bien, es cierto que no todas las mujeres desean trabajar, y algunas lo hacen por otras razones alejadas de una mejora laboral. Pero a lo que realmente quiero llegar, es a que en ocasiones nos ponemos barreras nosotras mismas, independientemente de las que ya nos impone la sociedad. Cuesta escuchar a una mujer formular una pregunta del tipo: ¿por qué yo no puedo tener el puesto de mayor responsabilidad?
Parece que el miedo, y el sentirnos avergonzadas por hablar de ello, provoque una desconexión de las expectativas tradicionales de lo que significa ser mujer. Vuelvo a repetir lo mismo: la ambición no es sino el deseo de conseguir algo difícil, de mostrar todo mi potencial para obtenerlo. No implica ir pisando a los demás.
Las mujeres debemos saber, que cuanto más alta y más amplia sea nuestra influencia, mayores oportunidades tendremos para preparar el futuro de las siguientes generaciones. Si tienes hijas, lo verás más claramente. Esto no es una guerra de sexos, es sólo que hay que pujar por las capacidades que tiene tanto un hombre como una mujer y mostrarlas. Sabiendo que en las mujeres concretamente, aparece un sesgo inconsciente de este deseo de ambición. Por ello, es bueno que sepamos que existe. Y también aprender a saltar la barreras que nos separan de cumplir deseos, que no están tan lejos, como nuestro ADN femenino nos hace creer.
Te recomiendo la lectura de un libro muy interesante y que se llama “Vayamos adelante” de Sheryl Sandberg. Si lo lees, es posible que no estés de acuerdo en algunos temas con la escritora. También es posible que te parezca algo autobiográfico porque al fin y al cabo habla de su realidad, pero el mensaje global del libro me parece muy potente. En nuestra mano está el cambio. Debemos apostar por un modelo de mujer diferente, y dejar atrás pensamientos muy concretos que tenemos grabados a fuego.
Ejercicio
Te propongo un ejercicio. Dedica unos minutos y haz una reflexión sincera sobre estas preguntas.
- Si no existiera dificultades ni ningún tipo de impedimentos, ¿cómo soñarías tu trabajo ideal?, ¿Cuál sería tu cometido en ese trabajo? Y ahora lo más importante: ¿qué te hace falta para que ese trabajo soñado y el que tienes ahora se parezcan?
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